Antes, luego de largas negociaciones entre
Pierres de Peralta, por parte de Fernando, y Carrillo, arzobispo de Toledo, por
la de Isabel, se habían fijado las condiciones de la unión. Porque la boda de
los Reyes Católicos, cuyo primer encuentro se produjo la noche del 14 al 15 de
octubre, tres días antes del casamiento, fue un enlace muy meditado, en el que
todo estaba acordado meticulosamente.
En este sentido, la unión de Isabel y Fernando
no fue impulsada por amor, sino que fue un matrimonio de conveniencia en el que
las partes tenían muy claros sus intereses.
Aragón, Francia, Portugal e Inglaterra veían
ventajas en estrechar sus relaciones con Castillas. Por lo tanto, había cuatro
candidatos para contraer matrimonios con Isabel: Fernando, príncipe de Aragón y
rey de Sicilia: Alfonso V, rey de Portugal; Carlos, duque de Berry y Guyena, hermano
de Luis XI de Francia, y un hermano de Eduardo IV, rey de Inglaterra.
Isabel, de 18 años, se inclino por Fernando,
de 17, porque vio en esta unión más posibilidades de acceder al trono de
Castilla como heredera de su hermano el rey Enrique IV. Por su parte, Juan II
de Aragón, padre de Fernando, quiso casar a su hijo con Isabel porque la
alianza con Castilla le confería fortaleza en el enfrentamiento que mantenía con
Cataluña y Francia.
Desde los puntos de vista legal y religioso,
la unión entre Isabel y el heredero aragonés fue ilegitima. En el primer caso,
porque Isabel, al contraer matrimonio con Fernando, contravenía el Acuerdo de
los Toros de Guisando que había firmado el 18 de septiembre de 1468 con Enrique
IV. El tratado estipulaba que Isabel era la heredera de su hermano, pero
también el compromiso de no casarse sin el compromiso de él. Y Enrique IV no
aprobaba el matrimonio de Isabel con el aragonés. Se opuso hasta el extremo que
cuando Fernando viajo desde Zaragoza hasta Valladolid para la boda, al entrar
en tierras de Castilla tuvo que disfrazarse de mozo de mulas para ocultar su
verdadera identidad para no ser detenido.
Desde el punto de vista religioso, el enlace
no tuvo validez porque estaba falsificada la dispensa papal que se debía
presentar al ser primos los contrayentes: Isabel y Fernando tenían como
antepasado común a Juan I de Castilla.
La falsificación se llevo a cabo porque. El
papa Paulo II, que apoyaba a Enrique IV, no dio autorización para el
matrimonio. De hecho, el problema de la nulidad eclesiástica de la unión no se
resolvió hasta el 1º de septiembre de 1471, en que Sixto IV dicto la bula
dispensatoria Oblatae Nobis. Sin embargo, fue mediante otra bula, la Si convenit,
como el papa español Alejandro VI otorgo a Fernando e Isabel, el 19 de
diciembre de 1496, el títulos de “católicos”, que el ámbito de la diplomacia se
correspondía con el “cristianismo” que ostentaban los reyes franceses.
La unión de los soberanos se simbolizo
mediante el yugo y unas flechas que, muchos años después, la Falange española
convirtió en símbolo y que formaron parte del escudo nacional español desde el
2 de febrero de 1938 hasta el 19 de diciembre de 1981, en que, junto con la
leyenda “Una Grande, Libre”, se suprimieron del emblema estatal.
El origen de este simbolismo se halla en la
costumbre que existía de representar los nombres propios mediante el dibujo de
objetos cuyo nombre comenzara por la misma letra. Así el yugo correspondía a la
“Y” de Ysabel, como se escribía entonces el nombre de la reina, y las flechas
tenían que ver con la “F” de Fernando.
Pese a las infidelidades de rey, en el
matrimonio de los Reyes Católicos predomino en entendimiento, aunque también es
cierto que hubo entre ellos algunas diferencias. Las primeras surgieron cuando,
luego de la muerte de Enrique IV, el 13 de diciembre de 1474, Isabel se
proclamo reina de Castilla sin contar con su esposo. Los soberanos resolvieron
sus desavenencias en la Concordia de Segovia, que sellaron el 15 de enero de
1475 y era un acuerdo para el reparto del poder real.
Tras la muerte de Juan II, el 19 de enero de
1479, Fernando se convirtió en rey de Aragón y se produjo la unión personal, no
institucional, de las coronas de Castilla y Aragón. Este fue el primer hito de
la historia de la unidad de España, ya que los Reyes Católicos actuaron como lo
hicieron previendo que, un día, uno de sus hijos se sentaría en los dos tronos.
Antes, sin embargo, debieron poner fin al Tratado de Alcaçovas, a la guerra de
sucesión que la muerte que la muerte de Enrique IV había desatado entre los
partidarios de Isabel y los de Alfonso V de Portugal.
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